Michel Foucault sobre el poder

Fragmento: Entrevista concedida al también filósofo André Berten en la Universidad Católica de Louvain de Bélgica, tres años antes de su muerte en 1984.

FILOSOFÍA

6/9/20253 min read

La cuestión del fundamento del poder es importante, pero me disculpo: el poder no funciona a partir de su fundamento. Por supuesto, ha habido poderes que han intentado fundamentarse, que efectivamente se han fundamentado, y que finalmente no han funcionado.

Mi problema ha sido decirme: ¿acaso no podemos estudiar la manera en que efectivamente funciona el poder? Cuando digo “el poder”, no se trata en absoluto de identificar una instancia o una especie de fuerza que esté allí —oculta o visible, da igual— y que difunda su irradiación nociva a través del cuerpo social, o que extienda de manera fatal su red. No se trata de algo que sería el poder en sí, como una gran red cada vez más cerrada que asfixiaría a la sociedad y a los individuos. No se trata en absoluto de eso.

El poder son relaciones. El poder no es una cosa. Es una relación entre dos individuos, pero una relación tal que uno puede conducir la conducta del otro, determinar su realidad, determinar voluntariamente en función de cierto número de objetivos que son los suyos.

Dicho de otro modo, cuando observamos qué es el poder, nos centramos en su ejercicio, en el ejercicio de algo que se puede llamar gobierno, en un sentido muy amplio. Uno puede gobernar una sociedad, puede gobernar un grupo, puede gobernar una comunidad, puede gobernar una familia, puede gobernar a alguien. Y cuando digo “gobernar a alguien”, lo digo simplemente en el sentido de que se puede determinar su conducta en función de una estrategia, utilizando un cierto número de tácticas.

Entonces, si se quiere, la gubernamentalidad —en un sentido amplio y extendido— es el conjunto de relaciones de poder y de técnicas que permiten que estas relaciones de poder se ejerzan. Eso es lo que he intentado estudiar: cómo se ha gobernado a los locos, cómo se ha planteado el problema del gobierno de los enfermos —entre comillas, una vez más, “gobierno” en un sentido a la vez amplio y rico—, cómo se ha cuidado a los enfermos, qué se ha hecho con ellos, qué estatus se les ha dado, en qué sistemas de tratamiento, de vigilancia, también de cuidado, de filantropía, se los ha integrado.

En el campo económico, los cuidados ofrecidos a los enfermos también forman parte de esto. Creo que hay que intentar verlo todo. Es evidente que esta gubernamentalidad, desde cierto punto de vista, no ha dejado de volverse más estricta con el tiempo.

El poder, en un sistema político como los que conocimos en la Edad Media —estos poderes entendidos en el sentido del gobierno de unos por otros— era finalmente bastante laxo. El problema era extraer, recaudar el impuesto necesario, que era muy pequeño. Lo que la gente hacía en su conducta cotidiana no era muy importante para el ejercicio del poder político. Era importante, sin duda, en el pastorado eclesiástico, y en una gloria política.

Pero llegamos a un momento en el que eso se volvió muy importante. Por ejemplo, cosas muy simples: el tipo de consumo de las personas se volvió algo importante económica y políticamente. Y es cierto que el número de objetos que se convirtieron en objeto de una gubernamentalidad reflexiva dentro de marcos políticos —incluso liberales— aumentó considerablemente.

Pero tampoco creo que debamos considerar que esta gubernamentalidad toma necesariamente la forma del encierro, de la vigilancia y del control. A menudo se crean relaciones sutiles que permiten conducir la conducta de las personas, o conducirnos de tal manera que la conducta de los otros no pueda tener efectos nocivos para uno. Eso es todo.

Es este campo de la gubernamentalidad el que he querido estudiar.