Los demonios

El horrible crimen perpetrado en Moscú a finales de1869 siguiendo órdenes del nihilista Necháyev, seguidor de Bakunin, fue la fuente de inspiración que sirvió a Fiódor Dostoyevski (1821-1881) para construir la trama argumental y perfilar los caracteres de los principales personajes de "Los demonios". Entre ellos destaca con fuerza Nikolai Stavrogin, figura atormentada que casi un siglo después habría de fascinar a Albert Camus y que introduce en la novela una dimensión teológica y metafísica que la lleva mucho más allá de la mera reconstrucción de la historia o de la diatriba política, propiciando el salto cualitativo que hace de esta obra sin duda una las más destacadas del gran autor ruso.

LITERATURA

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"Los demonios" de Dostoyevski: Un Abismo Nihilista que Anticipa a Nietzsche

Fiódor Dostoyevski publicó Los demonios (1871-1872) en un siglo agitado por el colapso de los valores tradicionales, una novela visionaria donde el vacío espiritual y el fanatismo ideológico convergen en un retrato profético. Esta obra, inspirada en el asesinato del estudiante Iván Ivánov por anarquistas, trasciende su contexto para dialogar con la filosofía de Friedrich Nietzsche, particularmente en su diagnóstico del nihilismo posdivino. La edición española, fiel al original ruso, preserva la intensidad de una narrativa que explora cómo la muerte de Dios —aún antes de que Nietzsche la nombrara— desata demonios interiores.

En una ciudad provinciana rusa, el cronista Antón Lavréntievich relata la corrosión moral instigada por Nikolái Stavroguin, figura enigmática cuya ausencia de fe lo convierte en un Übermensch fallido. Stavroguin encarna la voluntad de poder desprovista de moral: seduce, humilla y destruye, no por ideología, sino por el puro aburrimiento del sinsentido. Junto a él, Piotr Verjovenski —manipulador inspirado en el anarquista Necháyev— orquesta una revolución basada en el odio, reclutando a idealistas como Shátov (el creyente desgarrado) y Kirílov (que planea su suicidio como acto de libertad absoluta). La estructura tripartita de la novela avanza desde la sátira de salón hasta el asesinato ritual, donde Dostoyevski expone cómo la negación de lo trascendente conduce no a la liberación, sino a la tiranía de nuevos ídolos: la política, la violencia o la nada misma.

Si Nietzsche declaró que "Dios ha muerto", Dostoyevski ya había vislumbrado sus consecuencias en Stavroguin: un superhombre incapaz de crear valores, atrapado en la decadencia de su propia grandeza. El paralelismo es ineludible. Kirílov, al proclamar que el suicidio le convertirá en "el hombre-dios", prefigura la idea nietzscheana del último hombre que prefiere aniquilarse antes que trascender. Shátov, por su parte, encarna el resentimiento contra un mundo sin fe, pero también la búsqueda desesperada de arraigo. Dostoyevski no solo critica el nihilismo ruso; anticipa la advertencia de Nietzsche: "Quien lucha contra monstruos debe cuidar de no convertirse en uno". La confesión de Stavroguin ante el monje Tijon (capítulo censurado originalmente) revela el horror de quien, habiendo traspasado todo límite, descubre que el vacío no redime, sino que condena.

En 2025, donde las ideologías radicales se fragmentan en dogmas digitales, Los demonios resuena con lucidez aterradora. La manipulación de masas por Piotr Verjovenski evoca el lenguaje de los algoritmos y las cámaras de eco; el nihilismo de Stavroguin refleja la apatía de una generación que desconfía de todos los relatos. Dostoyevski, como Nietzsche después, advierte que sin un por qué existencial, el ser humano es arrastrado por cualquier cómo. La novela no ofrece consuelos: el incendio final de la ciudad simboliza el colapso civilizatorio cuando la fe se pervierte en fanatismo o se abandona sin sustento.

Los demonios trasciende su época para erigirse en piedra angular de la literatura filosófica. Su estilo febril —diálogos que son duelos metafísicos, descripciones que fusionan lo grotesco con lo sublime— exige un lector activo, dispuesto a enfrentar las preguntas que Nietzsche articularía décadas después: ¿Cómo crear valores en un mundo desacralizado? ¿Es la libertad una condena o una oportunidad? Dostoyevski no teme adentrarse en las sombras, mostrando que la verdadera posesión no es por demonios externos, sino por los vacíos que habitamos. Esta obra maestra, traducida con fidelidad al español, sigue interpelándonos: en un mundo donde los absolutos se desvanecen, su llamado a la responsabilidad ética y la búsqueda de sentido permanece tan urgente como en la Rusia zarista.

"El hombre no puede vivir sin arrodillarse; si rechaza a Dios, se arrodillará ante un ídolo" —esta sentencia dostoyevskiana sintetiza su diálogo tácito con Nietzsche. Una lectura indispensable para quien comprende que la literatura, en su profundidad, es también filosofía en acción.